Prólogo

Las lenguas de todos los pueblos y naciones acrecientan su caudal y su riqueza en proporcion de lo que progresa su cultura é ilustración. Por esta causa los idiomas de los pueblos salvages, ó que no han recibido todavía el beneficio de la civilizacion, son siempre pobres, toscos y diminutos; y los de las naciones cultas, por el contrario, crecen y mejoran según adquieren nuevas ideas, que es necesario expresar con nuevos signos ó vocablos, ó conforme se aumentan las necesidades que traen consigo la comodidad, la conveniencia y el lujo, el cual promueve incesantemente el refinamiento de costumbres en las sociedades políticas. De aquí nace tambien que el lenguage comun gana tanto mas en exactitud y propiedad, cuanto es mayor la instruccion de los que le cultivan; y que multiplicando indefinidamente su nomenclatura, haya sido necesario subdividirla con arreglo á las diversas ciencias, artes ó facultades que abraza el gran círculo de los conocimientos humanos.

Una de estas facultades ó profesiones es la Marina, tan diversa de las demas por la sublimidad de sus teorías, y por la rudeza de sus prácticas, como lo es de la tierra el elemento sobre que se ejerce; pero tan útil á las naciones para afirmar su poder y mantener su respeto, como necesaria para adelantar la geografía, y facilitar la civilización de todos los habitantes de nuestro globo, separados por mares inmensos de su recíproco trato y comunicación. La continua experiencia, la discreta observación en los últimos siglos, y la oportuna aplicación y auxilio de las ciencias han mejorado de tal modo la profesion de la marinería, que el resultado de sus expediciones y viages pareceria increible ó fabuloso á los antiguos y á sus mas célebres filósofos. Si la astronomía ha enriquecido el arte de la navegación ó pilotage; si la mecánica ha perfeccionado la maniobra; si la hidráulica ha adelantado la arquitectura naval; si la óptica ha mejorado los instrumentos de reflexion; ha sido consiguiente que muchas voces, peculiares de estas ciencias, se hayan introducido y connaturalizado en el idioma propio de la gente de mar.

Ciñéndonos á las naciones modernas, su lenguage marítimo primitivo, aunque reducido y tosco, conforme á las cortas necesidades y rudas costumbres coetáneas, no deja de indicar en sus voces el origen ó procedencia de los pueblos septentrionales, de las repúblicas de Italia, de los reinos de España y de Portugal, que dominaron alternativamente los mares en diferentes épocas (1); pero si esta investigación puede ser útil para la historia marítima, ó de curiosidad para los eruditos anticuarios, el conocimiento de las voces facultativas no solo es indispensable al profesor, sino tambien al orador, al poeta, y á todo aquel que desea leer con inteligencia y escribir con acierto y exactitud. Las descripciones que hacen Mendoza, Coloma, y otros historiadores militares en las guerras de Granada y de Flandes, de tanto armamento, pertrecho, fortificaciones, maniobras, sitios, batallas, y de otros lances de la guerra con tan singular copia de voces pertenecientes al arte militar, agradarán siempre al verdadero inteligente por la oportunidad y destreza con que estan traidas, por la templanza y discreción con que se hallan usadas, y por la propiedad que en todas ellas se descubre á primera vista. Ercilla, Lope de Vega, Juan Rufo y otros clásicos escritores castellanos, usaron tambien muchas voces náuticas para describir una navegación, un combate naval, ó una tormenta. No debe pues ignorar su significacion quien busque en la Araucana, en la Jerusalen, en la Dragontéa, ó en la Austriada la exactitud, la valentía y entusiasmo que encantan á los conocedores en tan hermosas patéticas descripciones.

Tal es la utilidad de los Diccionarios, aun limitados al lenguage técnico y peculiar de una profesion como la Marina, que, como hemos visto, tiene tanta afinidad con otras artes y ciencias, y que ademas es muy variable en las costas del Océano y Mediterraneo, y aun en sus particulares provincias y distritos (2). Esto mismo aumenta la dificultad para la formación de un Diccionario náutico, porque si los de las lenguas muertas pueden apurar todo el caudal de sus voces y frases, no hay igual facilidad respecto á las lenguas vivas, en las cuales el uso vário y caprichoso, los nuevos progresos ó descubrimientos en otras profesiones análogas, y el imperio é influjo de naciones mas poderosas é ilustradas, dilatan ó renuevan el lenguage para expresar los artefactos, las máquinas é invenciones que cada día proporciona el ingenio fecundo de los hombres, con el fin de simplificar ó aliviar la rudeza de sus trabajos y labores, y de aumentar las comodidades de la vida. Asi es que á semejanza de las hojas de los árboles, según la discreta comparación de Horacio (3), caen y se envejecen unas voces para dejar lugar á otras recientes y peregrinas: todas, empero, deben darse á conocer en un Diccionario, porque si laas del lenguaje corriente han de estudiarse para usarlas con propiedad y exactitud, las anticuadas y envejecidas no deben ignorarse si se desea entender la doctrina de nuestros antiguos maestros, ó apreciar las relaciones de nuestros intrépidos navegantes y primitivos descubridores.